Chantaje
Inuyasha es propiedad de Rumiko Takahashi. La trama de la historia es mí autoría. Prohibida la reproducción completa de la misma.
Summary: "— ¿Aceptas?... Era una simple pregunta, pero en su caso la sentenciaba al mismo infierno; y él era el verdugo que se encargaría de conducirla, de darle el golpe de gracia". AU
Avance: Capítulo XVIII
— Tu padre estaría muy
orgulloso de ti.
Sango contuvo el aliento por
un segundo antes de despegar las rodillas del tatami. Sus ojos se entrecerraron
con rencor al clavarse en los de él. Ni siquiera oyó cuando éste deslizó el
shōji que el último alumno se tomó el trabajo de cerrar antes de abandonar la
habitación.
— No eres bienvenido aquí.
Márchate por donde has venido.
Pese al veneno que claramente
notó en las palabras pronunciadas sólo pudo sonreírle cariñosamente.
Ella se debatía entre borrar
de una certera bofetada aquella sonrisa o dejar que los fuertes brazos de
Miroku la sostuvieran nuevamente. Incluso el impulso de correr hacia él y dejar
que la cobijara contra su cálido pecho abrió aún más la herida que su alma
poseía.
¡¿Qué demonios era lo que
pretendía al volver aquí?! ¡¿Acaso no comprendería el dolor que su presencia le
causaba?!
— He dicho que te vayas.
Miroku avanzó un paso
resolutorio sin dejar de observar un solo instante aquellos ojos castaños que
durante años había añorando en silencio. Los mismos ojos que miles de veces lo
hicieron sucumbir hasta hacerlo entrar en algún bar para intentar olvidarlos.
— No —soltó, con firmeza—. Si
quieres que me marche sabes qué hacer.
Los dientes de Sango
rechinaron antes de responder:
— ¡Tú no tienes derecho alguno
para venir aquí y exigir que responda tus absurdas preguntas, Miroku! —le
gritó, completamente cabreada y fuera de sí, con el fuego del rencor bullendo
en sus entrañas con fuerza—. ¡¿Olvidas que me abandonaste?! ¡¿Qué te fuiste de
aquí sin importar lo que yo sintiera por ti?! ¡¿Qué tú…?!
Los masculinos brazos la
rodearon silenciado su voz, cuando en dos grandes zancadas él avanzó hacia
ella. Sus cuerpos no habían estado tan cerca desde hacia años… desde el día en
que Miroku se marchó de su vida.
— ¡Suéltame! —le increpó, de
manera histérica y desesperada tratando de empujar el cuerpo del hombre lejos
del suyo—. ¡No puedes hacerme esto! ¡No puedes hacerlo, maldito!
— Lo sé, soy un bastardo
—susurró contra el oído femenino ejerciendo la presión suficiente para poder
retenerla—, pero no me alejes de tu lado mientras esté aquí, taijiya.
Por favor no lo hagas.
¿Cómo... cómo se atrevía a hacerle algo así?
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