martes, 19 de octubre de 2010

Nocturno: Cáp I

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Nocturno

Inuyasha es propiedad de Rumiko Takahashi. La trama de la historia es de mi autoría. Prohibida la completa reproducción total de la misma.

Summary: [AU] "Una noche toda llena de murmullos, de perfumes y de música de alas….Esta noche, solo; el alma llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte"

Capítulo I: Preludio

El chocar de los finos cristales de las copas hizo que la pareja sonriera. Las manos de ambos se encontraban entrelazadas, mostrando que estarían juntos por siempre.

— ¿Eres feliz?

Era una pregunta que él repetía cada cierto tiempo, y que ya había de dejado de recordar con cuanta frecuencia escapaba de sus labios. Ella solo sonrió con mayor amplitud; observo sus ojos con aquella ternura y amor infinito que le tenía. Se acerco lo suficiente hasta él, y ante el silencio inminente que reinaba en el salón, deposito un corto pero significativo beso sobre sus labios.

Él ni siquiera pudo devolverle el gesto porque ella ya se había alejado nuevamente,  igual eso no significo que se sintiera el hombre más afortunado de todo el lugar; el hombre más afortunado del mundo. Se sentía así porque la tenía a ella a su lado.

— Mucho

Ella no había tardado en responderle luego de aquel beso. No tenía que decírselo, pero sentía la necesidad embriagante de hacerlo. Aquella muestra de amor era insuficiente, así que debía afirmarla con sus palabras.


Otra vez el salón se lleno de murmullo y música suave, acompañando esa magnífica e inolvidable noche de primavera. Él solo se levanto de su asiento y estiro su mano frente a ella, para que su mujer la tomara. Y sin pensarlo ella así lo hizo, dejándose conducir por él como siempre hacia.

Con la mano libre sujeto el vestido de color blanco mientras él la conducía tomada de la mano al centro del salón.

Él la dejo al frente con delicadeza, mientras una de sus manos viajaban hasta sujetar la cintura de ella con convicción y la otra se entrelazaba con una de las manos femeninas. La mujer frente a él poso su mano libre sobre el hombro masculino y le sonrió feliz.

— ¿Practicaste? —le pregunto en voz baja mientras la tonada de aquel vals llenaba el lugar. Él solo sonrió más ampliamente mientras tomaba las riendas de aquel baile.

— Mmmm… podría ser —respondió misterioso y sonriendo de costado girando con ella por aquella pista imaginaria que él estaba limitando. Todas las miradas puestas en ellos, en aquella pareja de ensueños.

Su mujer guardo un momento de silencio sin despegar su mirada de la él, hasta que una fina y alegre sonrisa se escapo por sus labios.

— Miroku me contó —le dijo aun entre risas y volviendo a ser girada por él. Observo por el rabillo del ojo el circulo que se formo a su alrededor mientras ambos continuaban aquella danza típica de recién casados.

— La próxima vez tendré que silenciarlo —ella volvió a reír ante el comentario burlesco y ahora ya no eran la única pareja bailando aquel vals— No te rías de quien ahora es tu esposo

Su mujer levanto una ceja en clara señal de enfrentarlo.

— ¿Mi esposo?

La voz de ella sonaba burlesca, juguetona; entre una mezcla de ingenuidad; una mezcla de niña y mujer. Él no pudo evitar sonreír al notar el color que tomaban los ojos de su esposa.

— Y también tu dueño —sentencio casi con la voz ronca, dejando de moverse con ella en aquella pista y pasando ambos brazos alrededor de la cintura femenina para apresarla. La mujer sonrió más y ofreció sus labios para que él los tomara.

Cuando lo hizo, ambos se olvidaron del mundo que los rodeaba y se sumergieron en el suyo propio. En esa sensación de completa felicidad que albergaba los cuerpos de ambos. No cabían en sí mismos. Era inexplicable.

El carraspear de una persona logro que la pareja se separada y volteara en dirección a donde ese peculiar sonido había provenido. La novia observo al recién llegado con una sonrisa plantada en los labios, mientras que el novio mantenía el ceño fruncido y sutilmente sus manos se aferraban con más fuerza en la cintura de su mujer arrugando levemente el vestido.

A regañadientes beso la comisura de los labios de su esposa y se separo por completo permitiendo de esta forma que el recién llegado hombre ocupara su lugar y bailara con su mujer

— Mejor que la cuides lobo pulgoso —advirtió el novio mirándolo fijamente y sobre todo prestando sumamente atención en la cercanía que él tenía con su esposa. El hombre de ojos claros le dio una amplia sonrisa y su esposa prácticamente contuvo una risa risueña ante lo divertido de la escena que se formaba.

— No te preocupes perro sarnoso que la cuidare mejor que nadie —él le guiño un ojo y vio como el recién casado hombre contenía hasta límites insospechados el enojo. Sujeto a la novia de la forma típica que requería ese baile y volvió a sonreírle con satisfacción.

Ella suspiro, aunque no podía negar que la escena le resultaba cómica, pero cuando vio mover los labios de su esposo supo que de su boca no saldría nada bueno.

— Compórtense ambos ¡Por Kami que parecen niños! —ella volvió a reírse y ambos hombres ahora la observaban con algo de malestar, aunque no era algo que le preocupaba. A uno podía pedirle disculpas, mientras al otro con solo un beso lograría que la perdonara. Usaría el mismo truco que él siempre utilizo con ella— Despreocúpate… —dijo refiriéndose a su esposo antes de sentir como nuevamente danzaba por aquella pista solo que conducida por otro hombre.

Los comentarios de Kouga, de quien era su amigo, la llenaron de regocijo y felicidad. Había pasado tiempos algo tormentosos cuando tanto él como Inuyasha, su esposo, se conocieron. No se simpatizaban, y tampoco ahora lo hacían; sentían uno por el otro un rechazo inminente desde el momento en que ambos se vieron.

Pero ahora, ya a casi dos años de ese primer encuentro, se podía decir que aunque no logro que ambos simpatizaran completamente, por lo menos se podían tolerar en el mismo espacio cuadrado y notaba que sus insultos eran en un tono diferente de voz. No dejaban de ser insultos pero más atemperados. Lo había visto tantas veces que era algo rutinario en su vida diaria y hasta formaba parte de un circo al cual servía para pasar un rato algo agradable, aunque no negaba que muchas veces tenía que intervenir porque esta pequeña "amistad" que ambos tenían pendía de un hilo muy fino.

— Espero que ese perrucho sepa en realidad cuidarte

Ella supo el por qué del comentario. Solo se limito a sonreír quedamente, dándole con esa sonrisa en sus labios la confianza necesaria para que Kouga confiera en su esposo, para que confiera en Inuyasha.

— No lo dudes, él me cuidara —le respondió con confianza en la voz— Inuyasha siempre me cuidara

— Más le vale que sepa cómo —dijo en tono de burla imitando un poco en sus modismos a la madre de Kagome, quien quería como su propia madre. La pelinegra se rió con ganas.

— No te burles de mi madre —comento entre risas antes de separarse por completo de él ya que la tonaba había terminado y necesitaba descansar un poco. Había sido un día cargado de puros nervios.

Ambos volvieron a compartir esa complicidad que caracterizaba su amistad, no importaba si estaban hablando de trivialidades o no; pero ambos compartían una amistad inigualable donde siempre se habían confesado absolutamente todo. Como por ejemplo ella era la única persona a la cual su amigo le había dicho que estaba a pocos días de pedirle matrimonio a su novia justo el día de su cumpleaños.

Faltaban dos semanas y ella estaría de luna de miel pero cuando regresara esperaba que Kouga la mantuviera al tanto y que dentro de poco sea ella quien participe de su matrimonio.

Beso la mejilla de Kouga antes de dirigirse hacia la mesa contigua a la suya. Se acerco lo más pronto que pudo cuando logro terminar de saludar y recibir las felicitaciones de conocidos de Inuyasha, y de ella por supuesto. La mujer la recibió con una sonrisa cansada en los labios y los ojos brillantes. Su mano atrapo la suya y corrió la silla lo suficiente para sentarse más cerca de la mujer y dejar que ésta la estreche entre sus brazos.

— No puedo creer que estés casada —sollozo la mujer en su hombro mientras la mantenía abrazada. Algunas lágrimas rodaron por las mejillas de Kagome, permitiéndose la libertad de que fluyeran.

— Yo tampoco lo creo —le confesó también sollozando pero tratando de mantenerse, era un día de muchas emociones que había esperado con ansias desde que Inuyasha le había propuesto matrimonio— Pero ya lo estoy…ya lo estoy

La mujer notoriamente más anciana que ella se alejo enjuagándose las lágrimas con el dorso de la mano. Kagome acaricio los cabellos blancos de su cabellera en señal de cariño, la misma muestra que aquella mujer había tenido para con ella interminables veces.

— No sabes cuánto te quiero mi niña —gimió la mujer en otro sollozo dejándose acariciar por la joven que consideraba como su nieta secretamente. No había tenido el valor para confesarle, pero igual le parecía que Kagome no había necesitado de sus palabras para comprender aquel cariño que le tenía.

— Y yo a ti, Kaede…yo a ti

Se lo había pronunciado con tanta ternura que no pudo reprimir otro sollozo y sentir como poco a poco sus palabras se abría paso y calentaban su viejo y cansado corazón. Había cuidado a esa niña desde que poseía uso de razón, su madre tenía que mantener la casa y ella y su hermano estaban a la deriva. Ambos tan indefensos. Su abuelo lamentablemente no se podía hacer cargo como la madre de Kagome quisiera. Por eso es que adoraba a ambos hijos Higurashi por igual, a Souta que era el menor y a Kagome. Ambos dos ángeles.

Ambos hermanos tenían una luz en su interior única. Souta con sus travesuras y niñerías y Kagome con su espontaneidad y dedicación para con los demás. Ambos siempre desviviéndose por las personas que querían.

Pero ahora había algo en su pequeña niña que no le daba un buen pálpito, un buen presentimiento. Sentía que a pesar de la felicidad y alegría casi palpable que notaba en la joven, algo más había en su interior. Algo que se gestaba a conciencia de la dueña.

Ella negó sutilmente con la cabeza y noto al instante la mirada extraña de Kagome.

— No te preocupes mi niña —acaricio la mejilla de ésta con ternura— No le hagas caso a esta vieja anciana en sus locuras. Estoy muy bien, hasta mejor que tu hermano inclusive

Kagome se sintió más tranquila y devolvió el gesto. Kaede tenía razón, se encontraba perfectamente de salud como los últimos controles le habían dado, y creyó plenamente en sus palabras; no tenía porque desconfiar. Había sido la nana de su hermano y ella por años. Había sido una abuela para ambos.

— Ve con tu esposo —le dijo Kaede sacándola de sus pensamientos— Hace un momento parecía desesperado

Kagome miro a ambos lados, entre la gente aglomerada en todo el salón pero simplemente no pudo divisarlo. ¿Dónde se había metido?

— Luego regreso

Se reincorporo sujetando el vaporoso vestido y decidió salir en busca de su esposo, muy lejos no podía encontrarse. Busco entre las personas más allegadas, saludando a unas cuantas mas y siguiendo con rapidez su labor. Inclusive le pregunto a Miroku, quien estaba sentado en la mesa que le correspondía junto a Sango. Ninguno de los dos sabía a donde posiblemente estaba su esposo.

— No creo que te deje sola por mucho tiempo —comento con gracia el hombre de ojos azules mientras sujetaba la mano de su pareja— No puedes cambiar a un perro viejo

— Miroku tienen razón, Kagome —Sango intento tranquilizarla a la nerviosa novia que se balanceaba sobre un pie y sobre el otro mirando en todas las direcciones— ¿Te encuentras bien?

Kagome dejo de mirar a un grupo de personas que no conocía, por lo menos ella. Al parecer ahí tampoco se encontraba su esposo. Se llevo una mano a la cabeza y cerró los ojos con fuerza. El dolor era insoportable. Tuvo que fruncir su boca para que no se le escapara un gemido.

— ¡Kagome...Kagome!

Al instante que sintió una mano sobre su hombro abrió los ojos de golpe. Su respiración era forzosa y poco a poco el dolor se disipaba. Le sonrió a su amiga de forma lánguida, quien seguramente se había levantado de su asiento al ver el recién estado que había adquirido.

— Solo… estoy… cansada —jadeo con dificultad las palabras mientras tomaba grandes bocanadas de aire. Sango no parecía convencida— Seguiré…buscándolo

Con fuerza sobre humana se alejo de la pareja. Las piernas le flaqueaban y a pesar de tambalearse un poco logro salir del salón y llegar al jardín también decorado para la boda.

Sentía aun el frió transpirar de su transpiración en contraste con la cálida noche primaveral. Camino con lentitud por el sedero marcado y adornado a su alrededor por diferentes flores en diversos colores. Jadeo nuevamente por el esfuerzo y algunos mechones de su complicado peinado lograron desprenderse y acomodarse libres tras su nuca.

Por favor

Como pudo logro apresurar el paso y enviar aquel nerviosismo inminente a algún lugar profundo de sí misma, hoy no era el día ni el momento.

No le importaba que su vestido estuviera ensuciándose en las puntas, solo quería la compañía de su esposo. Quería a Inuyasha a su lado. El temor que sentía lograba paralizar sus acciones, sus pasos.

¿Por qué temía?

Ella no tenía porque temer.

A pesar de no estar corriendo, trastabillo y gracias a una maniobra inesperada logro que su cuerpo se apartara del camino cayendo hacia un costado donde un árbol detendría su caída.

Y así fue, con solo apoyarse un poco evito caer al piso.

Apoyo por completo la espalda en el árbol y tuvo ganas de gritar. Se sentía impotente, se sentía tan inútil y tan tonta. Estaba comenzando a sentir las lágrimas acumularse en sus ojos pensando en su esposo. Pensando en que él no estaba en este momento con ella.

Ese vació, esa soledad era todavía más torturante aun que…

Su cuerpo termino deslizándose y termino sentada entre medio de las raíces del árbol, alzando su vista al cielo y a la pálida luna que lo adornaba. Escuchaba a la lejanía la música, los murmullos.

Todo era lejano a ella en estos momentos.

Tal vez su madre y su hermano estén preguntando por ella en estos momentos. Tal vez Sango y Miroku la estén buscando por irse de la manera que lo hizo. Tal vez Kaede la continuara esperando.

Pero no le importaba, en estos momentos solo le importaba él.

— Kagome

Ella le parecía incluso más pálida bajo el brillo de la luna. Parecía callar en su interior algún secreto, alguna amargura que podía notar en su rostro tan delicado como una porcelana. Sus ojos opacos y sin brillo. Una imagen mágica, etérea; una imagen que le causaba la sensación de algo avecinarse. Un presentimiento que sentía y se gestaba con fuerza en su interior.

Se acerco con sigilo y se arrodillo frente a ella, tocando una mejilla que rápidamente sintió fría de forma espectral. No le gustaba para nada lo que estaba sintiendo.

Ella lo miro largamente guardando silencio, completamente muda pero perdiéndose en sus ojos. Le sonrió con cansancio y se entrego completamente a la infantil caricia que su esposo le proporcionaba.

Esta vez fue ella quien busco con rapidez estar entre sus brazos y noto que poco a poco aquel vació se disipaba por completo solamente porque Inuyasha estaba nuevamente con ella, estaba a su lado.

Él la recibió gustoso, acunándola en sus brazos para darle calor. Ella suspiro sobre su cuello y por un acto reflejo se estremeció por completo.

— No me dejes —susurro Kagome sobre el oído de su esposo de manera pausada y tomándose el tiempo para decir cada una de las palabras. El abrazo que mantenían se intensifico y simplemente ella sonrió al entender la respuesta que él le estaba dando— Quiero siempre permanecer a tu lado, Inuyasha

Contuvo las lágrimas, contuvo el temblor de su cuerpo y el de su voz. Kagome se contuvo.

— Soy yo el que siempre quiere permanecer a tu lado —Confeso él alejándola de sí mismo para poder observarla fijamente. Vio el brillo en su mirada y no pudo evitar que sus labios se volvieran a juntar. Se había hecho tan adicto a ella, completamente adicto.

Ella suspiro ante el beso, logrando calentar no solo su cuerpo sino también su alma atormentada. Sentía que su corazón explotaría por albergar la felicidad de saberse esposa por fin de Inuyasha. Kagome lo sujeto con fuerza, juntando más el cuerpo de él con el tuyo. Quería sentirlo suyo y no solo porque ahora ambos ante la ley y ante Kami eran marido y mujer. Quería poseer un poquito de ese egoísmo que siempre Inuyasha tenía por ella.

Él ladeo el rostro y profundizo el beso, adentrándose en la cavidad de la boca femenina con un leve sabor a champaña. Sintió una de las manos de ella en su mejilla dándole una suave caricia, mientras su otra mano se encontraba sujetando su traje con fuerza y arrugándolo. Inuyasha acaricio su espalda baja a pesar de encontrarse presa aun por el vestido de novia.

Se veía hermosa pero nunca deseo tanto quitarle, de la forma que ahora deseaba, el vestido a Kagome. La fantasía de saber que ahora era completamente suya y poder tenerla todas las noches junto a él, era algo que lo hacía navegar en las profundidades de su mente.

Necesitaba urgentemente de ella. Necesitaba de su mujer.

El deslizo sus besos hasta su cuello poniendo ahora toda su atención en él y besándolo con insistencia. Kagome suspiro con fuerza y enredo sus manos en el cabello sedoso de Inuyasha. Las hebras negras del cabello de su ahora esposo muchas veces habían hecho cosquillas en su cuerpo cuando hacían el amor. Se sonrojo ante el solo pensamiento, sintiéndose abrumada y turbada con el hilo de su razonamiento.

Dio mentalmente gracias a Kami-Sama que en ese momento Inuyasha dejo de besarla de esa forma que lograba enloquecerla. Desvió la mirada sintiéndose tonta por comportarse de esa forma. Ya no era ninguna niña, y miles de veces había sido besada de aquella manera y estado en los brazos de él.

— Te ves exquisitamente adorable —susurro él en complicidad esperando que el sonrojo de su esposa se prolongara por más tiempo. Solamente él era dueño de aquellas reacciones en el cuerpo de Kagome, y siempre solamente él lo seria— Será mejor que volvamos a la fiesta —ella se atrevió a mirarlo y él no aguanto las ganas de sonreírle de forma provocativa— Aunque déjame confesarte que precisamente no deseo regresar a la fiesta

Kagome mordió su labio inferior ante las palabras de su esposo. Ella también deseaba desaparecer entre sus brazos. Pero aun era muy pronto, recién la fiesta había comenzado y no podían irse, aunque deseaba hacerlo con fuerza.

Inuyasha la ayudo a levantase mientras se recriminaba internamente por aquellos pensamientos que tuvo en un principio al verla ahí sentada entre medio de las raíces del árbol. Podía notar que su esposa se encontraba perfecta, seguramente aquello era producto de su imaginación.

¿Pero la frialdad de su mejilla? Aquello lo era tan verdadero como él mismo. Volvió a mirarla y noto el característico candor de sus ojos chocolates.

Todo, absolutamente todo era producto de su imaginación.

Mientras caminaban tomados de la mano en silencio, los murmullos y la música se hacían cada vez un poco más fuertes. Kagome levanto la vista al cielo con disimulo mientras de sus labios se escapaba algo nada mas audible para ella misma.

— Perdóname

Ella apretó la mano de él, dejando tras su espalda su sombra lánguida. Estaría por siempre junto a Inuyasha pasara lo que pasara.

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Le tengo cariño a este fic. Solo se encuentra levemente editado, pero se darán cuanta que es completamente igual al que esta en FF.Net. Voy a publicar el fic en el blog por ese cariño que le guardo.

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