Ella volvió a sonreírme antes de emprender el viaje escaleras arriba nuevamente.
Cuando llegamos a la puerta color blanco mate me fue imposible ocultar la mezcla de emociones que estaba experimentando, la misma que horas atrás me había embargado. Contuve el deseo de deslizar la yema de los dedos por las letras de color rosa colgadas en la puerta formando mi nombre.
Deslice la llave por la cerradura y entre cada entrecortada respiración la gire dos veces hacia la izquierda. La puerta se abrió haciendo un chirriante sonido, provocando que mi corazón se detuviera un momento. Extrañamente me sentía feliz, pero nerviosa.
Empuje, esperando que el torbellino de recuerdos asaltara mi mente dejándome estática en el lugar… Y así fue.
Cuando la puerta se abrió lo suficiente dejándome una clara visión de la habitación no pude evitar recordar cada uno de los momentos vividos en el lugar. Las paredes rosas, ahora algo pálidas, habían sido mi refugio por largos años. Los dibujos al lado del escritorio continuaban aun colgados, mostrando los trazos simples con que dibujaba a mis padres y al resto del personal que trabaja en la casa en aquel entonces. Las amarillas cortinas que cubrían el ventanal habían sido blancas y la cama a dosel, cubierta por una sabana de color blanco-gris, hecha en madera y revestida de un cálido color crema tenía aun en el cabecero pintado las ramas de un árbol y sus hojas. El armario y el escritorio estaban cubiertos también por una sabana para evitar que el tiempo los deteriorara.
— Su habitación también continúa igual
Sonreí y deje caer a mi lado la valija antes de dar un paso titubeante e ingresar por completo. Podía sentir en el ambiente el aroma del polvo y encierro mezclados. Corrí hacia el ventanal frente a la cama y sin importarme en ensuciarme las manos y vestimenta, descorrí las cortinas dejando que la claridad se colara y volviera a darle vida a la habitación.
Era una sensación magnifica.
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