domingo, 24 de abril de 2011

Chantaje: Avance del cap XII

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Chantaje
Inuyasha es propiedad de Rumiko Takahashi. La trama de la historia es mí autoría. Prohibida la raproducción completa de la misma.

Summary: "— ¿Aceptas?... Era una simple pregunta, pero en su caso la sentenciaba al mismo infierno; y él era el verdugo que se encargaría de conducirla, de darle el golpe de gracia". AU


Avance: Capítulo XII

— Me odias —afirmó sin aliento, con el corazón contra su pecho.

Los oscuros ojos la contemplaron largamente, dejando caer a raudales el caliente y fresco aliento de su boca contra la suya. La yema de uno de los masculinos dedos delineó con suavidad su labio inferior. Él la ansiaba, y el brillo en su penetrante mirada lo aseguraba. Su olor y cercanía la mareaba. Ya no pensaba.

— Con la misma intensidad con la que aun te deseo.

El fervor en sus palabras hizo que su cuerpo temblara. Ella también lo deseaba, era una locura pero lo deseaba.

— Puedo mostrarte la libertad —susurró, apasionadamente—; ¿la recuerdas, pequeña? ¿Puedes hacerlo?


Gimió cuando los labios de Inuyasha se deslizaron sobre su cuello. El calor de su boca sobre esa porción de piel sensible que él tan bien conocía. El cuerpo le ardía por completo, ¿cómo olvidar aquella sensación? ¿Cómo olvidar la libertad?

Estaba largando el aire casi sin fuerza, mientras sus manos se perdían en la mata oscura de pelo sedoso. Los brazos de él rodeaban su cintura en una prisión perfecta. La presión de su cadera junto a la suya, el calor de su duro pecho.

— Dime, ¿aun la recuerdas? —pronunció con voz sedosa, antes de depositar un ósculo beso en el cuello de Kagome nuevamente—. Jamás he podido olvidar el brillo de tus ojos cuando tocas por fin la libertad. Solo tienes que pedirla y la tendrás.

Kagome se movió inconscientemente contra él mientras las palabras pronunciadas anteriormente le envolvían el cuerpo en llamas. Clavó las uñas en sus marcados hombros, echó su cabeza hacia atrás y fricciono su cadera con la suya. La cadencia sexual de Inuyasha le quemaba las entrañas. Su sangre bullía caliente y espesa mientras sus ojos se cerraban y se rendía ante él.

Mañana se arrepentiría, lo sabía, pero el deseo de que se hundiera en su cuerpo le nublaba la razón. Lo quería suyo sin importar que.

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