Vicios
Inuyasha es propiedad de Rumiko Takahashi. La trama de la historia es de mí autoría. Prohibida la reproduccción total de la misma.
Summary: “Todo aquel hábito o práctica que se considera inmoral, depravado o degradante en una sociedad”. No, la verdad era que no le importaba. Si ya había pecado, aquello no iba a detenerlo ahora. Secuela de "Siete Pecados".
Avance: Cuarto Vicio
Kagome se ruborizó al observar el regalo de Bankotsu
expuesto sobre la cama.
¿Cómo lograba que terminara haciéndole caso?
¡Ella no podía usar eso! ¡Ni
siquiera era ropa!
La risa que había emitido su amigo aquel día volvió a llenar
su cabeza. Él ni siquiera movió un solo músculo. Su cara impávida, como si
estuviera hecha de duro granito, jamás lo abandono mientras le entrega la
pomposa bolsa de marca francesa.
Era imposible negar la belleza de la prenda, aunque
deliberadamente sobrepasaba lo atrevido.
Bankotsu la había citado para regalarle un negligee, ¡un
jodido negligee!
El mundo estaba completamente loco.
Se acercó dubitativa, temiendo que la prenda saltara sobre
ella o que su esposo abriera la puerta en el instante que sus manos hacían
contacto con la misma. Suspiró, como la primera vez que sus dedos se deslizaron
por ella, ante la suave textura que proporcionaba el satén. Desde que él le
entregó la bolsa, ésta pasó a encontrarse aguardada y escondida en el fondo de
uno de los cajones del armario que le pertenecía. Imposibilitando así cualquier
posible encuentro entre el negligee e Inuyasha.
Ahora, mientras sus manos seguían deslizándose por la
textura exquisita de color blanco, observaba con minuciosidad los detalles
delicados pero sensuales: El pronunciado y profundo escote con volados, las
mangas que cubrían sus brazos por completos para terminar de manera acampanada,
el broche de color negro que mantenía sujetado sus pechos al igual que el moño
del mismo color unos centímetros por debajo de este último. También gran parte
del vientre quedaba el descubierto pero, como adicional extra, el conjunto
contaba con su particular ropa interior haciendo juego.
Sí es que también ello podía
llamárselo así.
«—Casos desesperados
requieren medidas desesperadas, mon chéri.»
Todavía no podía creer cómo Bankotsu se atrevía, con
total descaro, a alentarla hacia la manipulación más baja. ¡Estaba
completamente demente! pero, mientras se mordía inconscientemente el labio
inferior, la sola idea de olvidar todo le estrujaba el corazón. Ya no podría
soportar ni un día más la indiferencia de su esposo y, por más que el negligee
la avergonzara, era imposible negar la realidad: Éste era uno de esos casos.
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