¿Conocería su fortaleza? La misma que infinidad de veces en el pasado observé en sus ojos envalentonados.
Asentí a su relato, dejando que la emoción en su voz llenara mis pensamientos como antaño.
Los recuerdos que ambas compartíamos se agolpaban inconexos en mi mente. Como aquella vez que, abrumada por sus pensamientos, me había buscado con el afán imperioso de escuchar un consejo.
Aquel diminuto pero proporcionado cuerpo poseía aún la tenacidad admirable que había sobrevivido y mutado con el tiempo.
Nuevamente me pregunté si sería consciente sobre ello.
Entonces, no tuve más que un sólo pensamientos: Mi amiga... mi hermana, aquella niña de bucles dorados, había cumplido sus anhelos.
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